20 Abr La luz natural en la arquitectura
La luz natural en la arquitectura
La luz natural es la que hace que un espacio tenga más valor y calidad espacial que otro de iguales características, pero con poca iluminación. Por eso, es necesario empezar a tomar contacto con las posibles soluciones, dando un repaso visual a tu vivienda e intentando descubrir los puntos que obstaculizan el recorrido de la luz.
El primer factor que hay que considerar es, indudablemente, la distribución. Una casa muy compartimentada, por ejemplo, impide que la luz se distribuya uniformemente por todo el espacio. Por eso, desde RARDO-Architects siempre insistimos en los beneficios de las plantas intercomunicadas y abiertas. Así, si ubicas en un mismo ambiente las llamadas zonas “de día”, como la cocina, el comedor y el estar, además de ganar espacio de uso, lograrás que los ambientes, antes aislados y oscuros, como la cocina, gocen de las mismas condiciones espaciales, lumínicas y ambientales que el salón. En algunas situaciones es la única forma de conseguir luz natural, como es el caso de una vivienda entre medianeras con un único frente en contacto con el exterior.
Para que la luz natural resbale por el suelo, conviene que la envolvente, es decir paredes, suelos y techos, sea clara. Así tendrás también un ‘plus’ de luz reflejada. Lo mismo pasa, por ejemplo, con estructuras de madera con mucho peso visual. Si pintas vigas, cabriadas y entrevigados de blanco, la luz no será absorbida por la superficie oscura de estas estructuras, sino que se distribuirá de manera equilibrada por toda la habitación. Por otro lado, hay que prestar atención en la elección de los muebles y tapizados, porque si ocupan mucho espacio y son oscuros o muy texturados absorberán mucha luz. Evita también obstruir las ventanas con muebles. Asimismo, los que se ubiquen en el recorrido de la luz, conviene que sean poco voluminosos, bajos, con patas o que estén hechos con materiales traslúcidos, calados o transparentes.
Con una buena distribución puedes incluso sacar de la oscuridad a recibidores y pasillos. En este piso, por ejemplo, se tiraron los tabiques divisorios de la cocina. El resultado: un espacio con perspectivas variadas, con luz de frente y contra frente, lo que permite rellenar las zonas más oscuras de la vivienda, como el pasillo de entrada.
Si prefieres que la comunicación no sea tan abierta, puedes reemplazar los tabiques de obra por cerramientos de vidrio. Esta idea te permite, además, que la luz de una fachada se sume a la que se capta por la pared del fondo, lo que compensa las sombras que se forman en espacios profundos y conseguir iluminación natural con distintas calidades lumínicas, según sea la orientación y la hora del día. Hay que contar que, a partir de 4,5 metros de profundidad, dependiendo de la altura del dintel de la ventana y del ancho de la habitación, la cantidad de luz natural desciende notablemente.
También hay otras formas de llevar luz natural de una habitación a otra. Por ejemplo, abriendo ventanas interiores u hornacinas y diseñando divisiones con muebles, estanterías caladas o tabiques que no lleguen hasta el techo.
El diseño y la ubicación de las ventanas forma parte del buen hacer arquitectónico, según el cual hay que proyectar su disposición en conjunto con la distribución interior. Así se puede decidir la orientación más favorable, de acuerdo al clima y el lugar donde esté ubicada la casa. Al sur, por ejemplo, se recibe una iluminación constante a lo largo del año, que puede controlarse en verano con aleros y otras protecciones exteriores, siendo además, la que permite ganar calor del sol.
Tener en cuenta la luz natural para realizar una ampliación es imprescindible para no penalizar las características lumínicas de los espacios existentes. Si decides, por ejemplo, incorporar al espacio habitable de tu vivienda un balcón corrido, ten en cuenta dejar aberturas amplias en el muro de fachada, para que la comunicación sea fluida. El cerramiento se puede plantear como un invernadero adosado. Eso sí, hay que prever una ventilación adecuada en el techo, así como protecciones exteriores para protegerlo del sol y evitar condensaciones nocturnas.
La ubicación y forma que las ventanas tienen dentro de una habitación influyen en la cantidad de luz natural que recibe el espacio. Una ventana vertical, por ejemplo, es eficaz para aumentar la distancia a la que se introduce la luz. Con esta forma, se consigue además, aportar distintas graduaciones de luz a lo largo del día. Si se trata de una sola ventana, la luz se distribuirá mejor, si se ubica en el centro de la habitación. En cambio, si se instala en un extremo, reduces deslumbramientos, lo que puede ser eficaz en climas muy soleados y calurosos. Por otro lado, si ubicas la ventana en la parte exterior del muro, recibirás más luz que si la instalas del lado interior.
Si quieres conseguir más luz de cielo, lleva la ventana hasta el techo, o diséñala con un montante de vidrio superior. Para iluminar el suelo y así rellenar los conos de sombra que se forman por debajo de la ventana, baja su antepecho, también ganarás un ángulo visual más abierto, que te permitirá entre otras cosas, mirar hacia afuera desde el sofá. Por otro lado, a la hora de diseñarlas, procura que el vidrio gane protagonismo frente a la perfilería. Conviene en este sentido reducir el número de hojas y evitar cuarterones excesivos.
Fuente del texto: Houzz.